El Seminario ha de formar al alma Ordenada de tal modo que nunca salga nada visible de sí a lo exterior.
Si la vocación Ordenada es vivir dentro, en la intimidad divina, es indispensable desde un principio no sólo desear apartase del mundo, luchar para que el mundo no los conozca, sino precaverse para que el mundo desconozca al Ordenado y el Ordenado desconozca al mundo.