Curso XXXVII - Enseñanza 5: Los Tejidos
Los tejidos se dividen en tres categorías: los epiteliales superficiales, los epiteliales profundos y los conectivos.
Los tejidos epiteliales superficiales se renuevan totalmente y se eliminan con rapidez; las nuevas células substituyen y empujan a las viejas, que se desprenden del organismo.
Los tejidos epiteliales profundos, por estar situados en lo íntimo del organismo y sólo teniendo con lo exterior comunicaciones indirectas por medio de la sangre y tejidos epiteliales superficiales, tienen que eliminarse en forma de líquido y partículas muy tenues. La forma permanece aparentemente igual, pero la substancia cambia de continuo.
Los tejidos epiteliales, superficiales y profundos están ligados por el tejido conectivo.
Éste constituye el sostén del organismo. Cubre los tejidos profundos recubiertos del epitelio, presentando dos especies de cavidades: unas reciben los elementos profundos, las fibras musculares, las células nerviosas; las otras son como lagos internos, en los cuales circulan los jugos nutritivos y sus derivados.
La nutrición y las propiedades químicas de los tejidos conectivos están influenciadas por los átomos dinámicos. Podría decirse que a través de los tejidos epiteliales superficiales reciben la energía del exterior y la transmiten a los tejidos profundos; así como, a la inversa, transmiten la energía interna hacia el exterior; todo ello sin intervención del cerebro.
Los tejidos epiteliales superficiales están constituidos por uno o más estratos de células epiteliales, aplicados sobre un tejido conectivo vascular.
Cuando hay un solo estrato de células, el epitelio se llama simple; cuando las células forman varias capas, se llama epitelio estratificado.
Las células epiteliales están unidas entre sí por una substancia llamada cemento.
Los átomos que influyen sobre ellas son los ponderables. Por eso, estos tejidos atraen constantemente y agrupan a las células del organismo, mientras impiden que las vibraciones atómicas externas penetren, sin transformación, al organismo.
A esto se debe que los tejidos epiteliales superficiales tengan diversa forma y resistencia, según estén expuestos a la acción de los agentes externos. A veces se vuelven fuertemente defensivos, como en las uñas y el pelo; dejan pasar directamente al organismo las vibraciones de los rayos luminosos, por eso tienen una elasticidad y transparencia característica.
Los tejidos epiteliales profundos responden a la acción de los átomos imponderables, considerando entre estos tejidos profundos, al tejido muscular.
La consistencia del tejido muscular varía, según los estados del músculo, desde la muy dura hasta la muy blanda. Su especial consistencia hace que pueda desgarrarse con facilidad, debido a lo cual se halla protegido por los demás tejidos.
La elasticidad muscular es extraordinaria, pero sería inútil para sus funciones corrientes si no tuviera la sensibilidad que le comunica el tejido nervioso.
Los átomos imponderables específicos de los músculos establecen, dentro de éstos, una onda muy corta que está principalmente controlada por átomos X2.
La nutrición del tejido muscular es muy activa y su contracción es voluntaria o refleja.
Una última unión de los tres tejidos descriptos forma el tejido nervioso.
Los átomos ponderables, imponderables y dinámicos, actúan en él, conjuntamente.
Los tejidos nerviosos poseen tres clases de substancias que dirigen el movimiento nervioso: la substancia gris, la substancia blanca y la mielina.
La substancia gris se halla en la substancia cortical del cerebro, en los núcleos de la base del mismo, en los núcleos cerebelosos, así como en los medulares.
La substancia blanca se encuentra en los haces de la médula, cerebelo y cerebro, en las de los nervios periféricos y en los haces del gran simpático; estas últimas se diferencian de las primeras por carecer de la vaina protectora de la tercera substancia, grasosa, llamada mielina.
La conexión de los elementos nerviosos por los grupos atómicos se establece por los hilos eléctricos y magnéticos que crean un campo, onda o vía magnética; por ella pasan los átomos imponderables, que vitalizan a los ponderables por intermedio de los dinámicos, dándoles así, el sistema nervioso, su excitabilidad propia.