Curso XXXIV - Enseñanza 4: Bases y Método

Siendo la Teología una actividad esencialmente racional tiene que tener como ciencia por excelencia que es, bases de donde partir, donde apoyarse y métodos característicos en concordancia con sus objetivos.
Se ha visto ya que, siendo el objetivo de la teología en última instancia el conocimiento de la verdad, o si se quiere ponerlo en otra forma, de Dios, no le queda a la razón humana otra posibilidad para su especulación que asirse y basarse sobre lo único que Dios le ofrece como manifestación más o menos inteligible a su comprensión: la Revelación.
Sólo a través de la Revelación, en efecto, logra el hombre un vislumbre de la verdad última que tan anhelosamente busca.
Ella es el único punto de contacto, de enganche, aunque oscuro y general, que puede utilizar para penetrar en el gran misterio de sí mismo y de Dios.
Las tradiciones del pasado y aún de nuestros días dan cuenta que Dios se revela a veces a algunas almas selectas instruyendo e iluminándolas con conocimientos extraordinarios. Estas revelaciones no son, sin embargo, las que pueden servir de base a la Humanidad en su conjunto, pues por ser dadas a un ser en especial cumplen generalmente objetivos particulares del alma individual y están orientadas a la misión específica que cumple ese ser en su vida.
La revelación como base teológica, debe reunir entonces ciertas condiciones generales que la ponen por encima del ser tomado individualmente, abarcando el conjunto de la Humanidad no sólo para una generación sino para todo el período durante el cual la Humanidad evoluciona de acuerdo a una modalidad característica.
Se descubre así una de las características fundamentales de la Revelación, que es su antigüedad. O puesto en otras palabras, el origen de la Revelación se pierde en el pasado de la Humanidad.
Pero, como además debe ser valedera para todo el período durante el cual la Humanidad evoluciona de acuerdo a una modalidad o finalidad característica, que en el caso que se considera es la conquista y desarrollo de la mente racional, se comprende que la Revelación, base de todo desarrollo racional para lograr la conquista de la Verdad Última, debe tener su origen en los albores de la Raza Raíz.
La Revelación, teológicamente hablando, está entonces contenida en las Grandes Tradiciones Fundamentales de la Humanidad, cuyo origen se pierde en el pasado a tal punto que sería vano intentar ubicarlo cronológicamente ni determinar el autor, el cual evidentemente pertenece a una etapa anterior a la actual.
En efecto, siendo la Revelación lo que se podría llamar prácticamente la ley rectora del desenvolvimiento de la Raza, será necesariamente previa al surgimiento claro de ella, lo que significa que el ser que la estableció pertenece a una etapa evolutiva distinta a la que luego se desarrollo bajo esa ley y escapa por ello a toda posibilidad de determinación.
Es pues evidente que sólo un Iniciado Solar puede haber lanzado a través de la Idea Madre lo que llamamos las Tradiciones Fundamentales las cuales, al ser aquél un simple canal de la palabra de Dios, tienen verdadero origen divino. Ello aclara y justifica de paso la afirmación que la Revelación es la única base para intentar penetrar en la Verdad Última.
Finalmente, para que la Revelación sea considerada tal, debe ser escrita. Esta condición de escrita implica el concepto de afirmación. Esto significa que la Revelación original, transmitida oralmente al principio de generación en generación fue luego transmitida por escrito por otros Iniciados los cuales al así hacerlo, confirman las Verdades en ella contenidas a la luz de sus experiencias reunidas, corroboradas y confirmadas a través del tiempo.
La Revelación, para ser tal, debe tener siempre una etapa oral y luego otra escrita, bajo cuya forma pasa a la posteridad.
En esta forma la Revelación a través de su afirmación escrita ininterrumpida desde épocas que escapan a toda posibilidad de determinación, se convierte en Escritura Ortodoxa, por cuyo motivo se define la Revelación como las Escrituras Ortodoxas de las Grandes Tradiciones Fundamentales.
De lo anterior surgen con claridad las siguientes cualidades de la Revelación:
Perpetuidad: La Revelación es perpetua. Al hablar de perpetuidad, humanamente, se debe tomar ese concepto en su alcance humano y no con relación al Absoluto que se concibe como eterno.
Aclarado en esta forma, se comprende que es humanamente perpetuo todo aquello que tiene validez real y duración durante un ciclo completo del desarrollo humano. La Verdad y Enseñanza contenida en la Revelación tiene validez para toda la existencia de la Raza Raíz porque está constituida por la Idea Madre. Es pues humanamente perpetua.
Infalibilidad: La Revelación es infalible porque la Idea Madre es una verdadera Ley de Predestinación Racial Cíclica dependiente de la Gran Ley de Predestinación Universal, la cual, aunque desconocida e incognoscible para el hombre, se intuye rige divinamente la manifestación.
Único Exponente de la Doctrina: Porque la Revelación orienta e indica los medios que puede usar la Humanidad para completar su Ley de Posibilidades en su ciclo racial y dentro del círculo de su predestinación.
La Revelación, contenida en las Escrituras Ortodoxas, constituye entonces el manantial de todo conocimiento humano y por ello es base y punto de partida de todo esfuerzo para penetrar y conquistar la Sabiduría Divina a través de la Teología.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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