Curso XXXIV - Enseñanza 15: Teología de la Encarnación Divina
Las Teologías de la “Existencia” y la Teología de la “No Existencia” representan dos extremos de la concepción del Universo y del hombre.
La Teología de la Emanación Divina representa una posición intermedia, es la Teología del medio, verdaderamente del ser y no ser.
Como concepto fundamental también ella se basa en la Unidad Absoluta de Dios.
La manifestación es ilusoria en sentido absoluto y lo único verdadero es lo Eterno, lo Inmanifestado, el Siempre Existente Espíritu.
La ilusión nacida de la ignorancia engendra en el ser el concepto de separatividad, pero el ser que logra la realización vence esa falsa idea y consigue la iluminación necesaria para comprender estáticamente la Unidad Absoluta del Universo con Dios.
La mente humana es incapaz de lograr por sí esa comprensión.
Por ello, y utilizando el concepto de permanencia, bien puede afirmarse, en la concepción de esta doctrina, que la permanencia Divina en el ser deja de ser tal en cuanto entra en el dominio de la percepción mental.
Dicho en otras palabras: la mente humana es como un denso velo que impide al hombre conocer a Dios; el hombre no puede conocer racionalmente a Dios pues no puede penetrar su misterio, su verdadera esencia.
La unión íntima y natural que existe entre Dios y el hombre es nublada por los conceptos de separatividad levantados por la mente que crea en el hombre una ilusión; la ilusión de una existencia irreal, no existente.
Por ello los sabios instructores de esta doctrina han eludido siempre discurrir sobre lo Inmanifestado, sobre Aquello, orientando toda su acción por el postulado característico de que: Todo es ilusión; lo Eterno es la Única Verdad.
Lograr el conocimiento de esta Única Verdad es la meta suprema del estudiante que debe lograr concentrar todos sus pensamientos en una única idea, la Idea Única, la cual representa un estado de elevación mental tan extraordinario, por su concentración, que produce en última instancia un estado de conciencia de tal amplitud que el concepto de separatividad del “Tú eres Tú” cede al de “Tú eres Aquello”.
Los sabios de la Madre han seguido siempre la línea general de esta concepción, basada en la idea del Ser y No ser.
Comprendieron la fuerza que un ardiente deseo de conocimiento puede dar al pensamiento humano, pero también admitieron las limitaciones que impiden llegar al total conocimiento de la esencia de Dios.
Si por ejemplo se afirmara que Dios y el Universo son una sola cosa, que su Espíritu está en todo lo existente y que en consecuencia Dios evoluciona y se perfecciona con él, afirmaríamos que lo que concebimos como esencialmente perfecto tendría necesidad de perfeccionarse a través de su manifestación, lo que es absurdo.
Si se afirma que el Universo es una emanación, una creación de la misma substancia de Dios, se caería también en el absurdo, pues el Universo es evidentemente imperfecto, como se aprecia fácilmente. El Universo evoluciona constantemente para lograr la perfección, pero aunque sea semejante a Dios, no será nunca Dios.
Aparece entonces una dualidad, un concepto de un Dios separado de su universo, uno perfecto, el otro eternamente imperfecto, lo cual es una incongruencia y plantea el insoluble misterio del por qué de la Creación.
La mente ha intentado infinidad de formulaciones semejantes, sin poder llegar jamás a una solución, sin poder jamás resolver el misterio fundamental del por qué de la Manifestación Divina.
Mediante la razón puede lograrse un concepto vago y general de Dios. La intuición lo amplía, aunque obscuramente y el éxtasis puede dar el conocimiento claro de la visión beatífica, pero siempre será sólo un reflejo, jamás será la verdad directa.
Sin embargo, en todo este proceso la mente, al agudizar las facultades del hombre a través del correcto discurrir, va aclarando y disipando dudas que si bien no le darán jamás el conocimiento total de Dios, lo acercan y dan la sensación de poseerlo más y más.
En ésto reside el valor esencial de la Teología la cual, sin lograr dar contestación a los misterios de Dios, eleva al hombre hacia Él, lo santifica y capacita para una vida de mayor perfección, aunque sin poder revelarle los grandes misterios Divinos de la Inmanifestación y de la Manifestación.
Frente a ellos, el teólogo aún más extraordinario tiene que llamarse a silencio.
En efecto, bien se sabe que lo Inmanifestado no admite definición. En cuanto a la Manifestación Divina en cambio, bien puede aceptarse que seres privilegiados puedan considerarla en su unidad indisoluble, que puedan vislumbrar la totalidad indestructible del Espíritu Universal y aún el Principio Fundamental del Universo.
¿Significa ello que se está entonces frente a dos Espíritus diferentes?
Para lo Inmanifestado nada tiene sentido. La negación no tiene sentido, como tampoco la materia, la mente, la energía. No tiene principio, no tiene fin, ni vacío, ni plenitud. Se usa la palabra Nada, aunque tampoco ella signifique nada o algo.
Querer mostrar la realidad de la Manifestación en base a lo Inmanifestado, lleva al fracaso; sin embargo, la Manifestación es la mejor demostración de lo Inmanifestado, y bien puede afirmarse que Aquello que Es no dejó nunca de ser lo que No Es.
El gran juego, la relación misteriosa entre lo Inmanifestado y lo Manifestado es algo impenetrable para el hombre. Por eso, ya se dijo, los verdaderos sabios guardan frente a esta cuestión un reverente silencio, limitándose a discurrir únicamente sobre la manifestación.
Y al considerar la Manifestación, afirman que Dios, EHS, la Manifestación Divina, es el Principio, la Raíz Única y Absoluta de la Creación Universal; es su propia esencia y existencia.
Frente a esta afirmación surgen de inmediato diversas dudas y preguntas que es necesario aclarar.
En efecto, si Dios y se habla desde luego ya en el terreno de la Manifestación, es infinito, incognoscible, incausado, etc., ¿Cómo puede originar este universo finito, relativo, cognoscible y múltiple? ¿Cómo origina lo incausado la causalidad?
Algunos replican que aún en su Universo finito, Dios nunca deja de ser lo que es y que la creación es una ilusión, pero en tal caso dicha ilusión sería algo diferente de lo que la originó y se tendría un Universo totalmente separado de su Creador y distinto de Él.
Otros dicen que Dios es un inmenso conjunto hallándose unido inseparablemente con su Universo; que todo es Dios. Pero esta explicación implica que todo debería ser estático y no cambiante, cuando la evolución constante, el devenir, es la característica del Universo Manifestado.
También se intentó la explicación diciendo que Dios hubiera creado algo de Él mismo, semejante a Él y que nunca podría volver a Ser Él mismo por toda la Eternidad.
Esta explicación tampoco satisface pues Dios no sería más entonces el principio único absoluto, ya que siempre existiría algo fuera de Él, que, aunque semejante, no seria Él mismo.
Sin embargo es posible hallar una contestación adecuada merced a la aplicación de la ley de contrariedad analógica.
Ella permite afirmar que Dios, la Manifestación, es de la misma esencia y existencia de lo Absoluto, de lo Eterno, aunque aparentemente no se nos aparece así.
Lo Eterno se ofrece a Sí mismo de tal modo que aparentemente parece otro: parecería que fueran dos en vez de Uno.
Mientras dura esta dualidad aparente, Dios es la esencia y existencia Eterna y su Universo está impregnado de su esencia y existencia, pero ésta no es la esencia y existencia en Sí.
Por esta ley de contrariedad analógica, entonces, lo Eterno se aparece finito y condicionado al manifestarse a Sí mismo, pero en cuanto cesa el movimiento de manifestación todo vuelve a ser lo que siempre fue y Él volverá a ser lo que nunca dejó de ser.
Lo Infinito, lo Absoluto sólo es aparentemente finito en el Universo.
Se ha visto cual es el concepto teológico de la Manifestación en Sí.
¿Cuál es ahora el que sustenta sobre la creación Universal?
Dos tendencias teológicas existen sobre la creación, dos conceptos que afirman, uno, que el Universo coexiste con Dios y es eterno como Él, y otro que dice que el Universo fue creado no desde la eternidad sino dentro del tiempo. Se los distingue como la doctrina “ab aeterno” y la doctrina “in tempus”.
Ambas representan tendencias extremas no concordantes con la doctrina media de la Teología que se considera aquí.
En efecto, toda creación implica un principio, no siendo posible entonces una creación “ab aeterno” pues significaría un principio en lo Inmanifestado, en el cual no hay principio ni fin, ni es posible conocer nada.
Tampoco se puede aceptar una creación “in tempus” pues sería algo separado de la existencia de Dios, amén de dejar como incongruente el aspecto de una creación no predeterminada.
La interpretación concordante es entonces la intermedia:
La creación, como manifestación, es eterna. Dios incognoscible lleva en sí, potencialmente, todos los aspectos y factores determinantes de la Creación. Ella es eterna, potencialmente.
Sin embargo no es eterna como expresión de Dios, sino está limitada en el tiempo, en un período de duración.
Brota del seno de Dios y se retrae, vuelve luego de nuevo al seno de Dios.
Por eso se dice que la Creación Divina del Universo es potencialmente eterna, está comprendida en Dios Incognoscible, pero está hecha activamente por un tiempo determinado por Dios Cognoscible.
Queda aún la cuestión del con qué hizo Dios su Universo.
Unos dicen que lo hizo de la Nada, tomando esta palabra en el sentido de lo Inmanifestado; otros dicen que emanó el Universo de Sí mismo, de su misma Sustancia.
Ambas afirmaciones así expresadas no son satisfactorias pues implican incongruencias.
Si Dios emanó el universo de Sí mismo, de Su misma Substancia, se tendría que admitir que esa sustancia, eternamente simple, admitiría ser compuesta por la creación, lo cual es una incongruencia pues, como ya se dijo, la substancia de Dios es eternamente simple y no puede dejar de serlo.
Tampoco puede crearla de la Nada, pues ello significaría la existencia de algo en lo Inmanifestado previo a la creación y en consecuencia distinto de Dios.
La única interpretación viable es entonces afirmar que Dios hizo el Universo de Su Nada, pero tomando este concepto en el sentido de su inmenso vacío o estado potencial, estado que escapa a la mente humana, incognoscible, y que con ella creó algo libre, nuevo, anteriormente increado, único.
Dios entonces creó el Universo de lo eterno pero en el tiempo fijando por la ley Divina. Lo creó desde el inmenso Vacío potencial de Sí mismo, con Su Misma Sustancia Diferenciada.
A través de todos estos conceptos fluye constantemente el movimiento, la idea de Ser y No Ser, de lo Potencial y Activo y viceversa.