Curso XXVI - Enseñanza 2: La Sabiduría Árabe Esotérica y La Mujer Velada

Ya se sabe que entre los orientales no sólo se admitían las mujeres en la Orden sino que hasta podían llegar a ocupar el cargo supremo. Y fue una mujer, hace aproximadamente 2500 la que dirigió los destinos de la Tabla de Hoggard.
Era una alta entidad que por última vez descendía al mundo físico con humanas vestiduras. Por eso había de ser como un símbolo, como una recopilación de la era mental que se iba, dejando paso a la era del sentimiento cristiano que despuntaba.
Abbhumi, la mujer que no tiene cuerpo pues su cuerpo ha sido puro y perfecto, desde niña fue educada y preparada para ejercer el sacerdocio de la Sabiduría.
Los Caballeros de camellos, de blancos turbantes y capas ondulantes al viento le enseñaron los siete idiomas, los siete poderes y las siete fórmulas mágicas.
¿A que más puede aspirar un ser viviente? Fortificarse cada vez más en aquel místico castillo que es su única morada, donde la sabiduría y el conocimiento son el pan y el amor y ningún hálito humano empaña aquellas sagradas murallas.
La madre de Abbhumi había muerto cuando ella nacía. Su padre la adoraba y veneraba, pero el amor entre ellos no era más que una comprensión expresiva de la mente.
El corazón de ella era frío y blanco como la cima del monte Merú. La muerte, el dolor, la miseria, el amor y los deleites humanos eran para Abbhumi muecas ilusorias de los velos de la Madre.
¿Contará ella en el número de aquellas almas selectas que durante centurias conquistaron, para la vida esotérica, el fruto de la más pura sabiduría?
Cabalgando por el desierto avanzan dos viajeros, perdidos en el espejismo de las arenas. El hambre, el cansancio, la desesperación, la debilidad y la próxima locura, pronto acabarán con ellos.
Oschar, el compasivo, pide ayuda para ellos, pero la Madre del desierto contesta: “Dejad que en ellos se cumpla la ley del desierto”.
Otra vez pide el compasivo:
“Déjame, Madre, que salve esas vidas”.
Ella contesta:
“Salva sus carnes, si quieres. Y si puedes, salva sus almas”.
Presurosamente el árabe, con sus camellos, corre a salvar a los perdidos y con ellos vuelve al Hoggard.
¿Por qué accede la Madre a la súplica de su discípulo y recibe y visita a los extranjeros?
Un sentimiento nuevo ha nacido en ella. Su alma se ha fijado en otra alma que la mira implorante y dolorida. Siente piedad y, espantada, se pregunta:
“¿Es éste el amor humano?”
¿Dónde está tu sabiduría, oh Madre?
¿De qué te valen los secretos que conoces si no logras dominar los sentimientos de piedad que se han despertado en ti y cabalgan desenfrenadamente sobre las nubes de la ilusión?
Abbhumi conocerá ahora los dolores de los hombres, sus horas amargas y padecerá pensando cómo auxiliarlos.
Está de luto el Hoggard y abandonado el Sello Sagrado. Desolados están los sabios porque la Madre no enciende diariamente su lámpara.
¡Que muera el culpable!
Inútilmente Oschar procurará salvarle y avisar a la Madre. El alma vale más que el cuerpo y el extranjero ha de morir.
Esta muerte, no obstante, no ha devuelto a Abbhumi su antigua sabiduría porque ha abierto en su corazón un surco nuevo: el del sentimiento.
Desde entonces una corriente nueva fue engendrada: con la Sabiduría, el Amor.
Desde entonces las órdenes Esotéricas se dividieron en dos grandes corrientes de fuerza: la del Saber en donde predomina el concepto politeísta de Dios, y el culto a las ciencias; y la del Amor en donde predomina el concepto monoteísta de Dios, con el culto a la salvación de la Humanidad.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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