Curso XXVI - Enseñanza 12: Los Oráculos Astrológicos

Considérese aquí, en esta extraña corte de Catalina de Médicis en el siglo XVI, los más importantes oráculos astrológicos de su tiempo: De Luc Gauric y Nostradamus, estrechamente relacionados a la familia de los Médicis.
El que fuera maestro del erudito filólogo paduano Julio Scalíger, Luc Gauric, era ya un astrólogo y matemático distinguido, cuya ciencia era conocida universalmente. Nacido de una familia pobre el 12 de Marzo de 1476, en Gifoni, reino de Nápoles, debutó penosamente al tener que vivir del producto de sus lecciones a los hijos de grandes señores. Luego se dedicó al estudio de la astrología judicial o estudio de la influencia de los astros sobre el destino de los seres, ciencia a la que aportó un nuevo método de observaciones horoscópicas.
Justificadas plenamente varias predicciones suyas, su fama corrió prontamente y desde todas las cortes italianas los más altos personajes venían a consultarle. Entre éstos vino, para su desgracia, Juan II Bentivoglio, tirano de Bolonia. Ante la consulta de su destino como jefe de estado y la respuesta de Gauric de que moriría expulsado de Bolonia, el príncipe condenó a Gauric a dar cinco vueltas de estrapada, suplicio de cuyas consecuencias sufriría durante muchos años. Pero el mismo Bentivoglio, al abrir la puerta de la ciudad al papa Julio II en noviembre de 1506, dio una vez más razón al arte adivinatorio de Luc Gauric, que conquistó mayor popularidad aún. Es entonces que el papa Pablo III se hace el horóscopo con él y Luc Gauric, con una precisión sorprendente, predice la enfermedad y muerte de este papa, que se produjo exactamente el día indicado: 20 de noviembre de 1549. Mas, sin esperar la realización de la profecía, el papa Pablo III recompensa a Gauric por su saber, dotándolo del obispado de Civita Castellana y confiriéndole el grado de Caballero de San Pablo, que Luc Gauric deshace al cabo de cuatro años, a la muerte de dicho papa, volviendo definitivamente a Roma.
De la voluminosa obra escrita de Luc Gauric destácase la que, con seguridad, es la más curiosa: “Lucas Gaurici geophonensis episcopi civitatensis tractatus astrologicus, in quo agitur praeteris multorum hominum accidentibus propias eorum genituras, ad unguem examinatis - in-4”, publicado en Venecia en 1552.
En la familia de los Médicis los astrólogos habían encontrado siempre muy favorable acogida, de manera que no es de asombrarse que los padres de Catalina consultaran a Gauric el que, así como había predicho a Hamilton, arzobispo de San Andrés, que su prelaturía terminaría en el suplicio, predijo en 1493 a Juan de Médicis, tío abuelo de Catalina -cardenal de 14 años por ese entonces- que llegaría a ser Papa, como en efecto, veinte años más tarde acontecía, tomando la tiara bajo el nombre de León X. A otro tío de Catalina -Julio de Médicis-, le predijo que sería licencioso en extremo, que tendría grandes luchas políticas y gran progenie. Como se sabe, Julio de Médicis, elegido papa bajo el nombre de Clemente VII fue célebre por sus luchas con Carlos V y Enrique VIII de Inglaterra tanto como por sus aventuras femeninas, de las que tuvo 29 bastardos.
Convertida en la Delfina de Francia, Catalina quiso saber el destino de su esposo. De acuerdo a las reglas de las triplicidades de Diocle y de Avicena, Gauric resumió sus observaciones y declaró, para empezar, que el delfín llegaría ciertamente a detentar el poder real, que su llegada al trono sería marcada por un duelo sensacional y que otro duelo pondría fin a su reinado y a su vida. Precisó, además, la clase de herida de la que moriría Enrique II en el transcurso del anunciado duelo. Pero como la situación social del príncipe hacía imposible el peligro mortal de un duelo propiamente dicho, se acordó poco crédito a la predicción del célebre astrólogo. No por ello dejo de insistir Gauric en sus declaraciones, impresas en Venecia en 1552 o sea 7 años antes del famoso duelo en el que Enrique II recibiera la muerte. Había, además, advertido por carta al Rey, renovándole la predicción con lujo de detalles, recomendándole “evitar todo combate singular en campo cerrado, sobre todo alrededor de los 41 años, ya que a esa edad estaba amenazado de una herida en la cabeza que podía traer como consecuencia la ceguera o la muerte”. Enrique II se afectó ligeramente.
Esta predicción, sin embargo, causó tal obsesión a Catalina, que llamó en su ayuda a los más famosos sabios de su época, ya para controlar los cálculos del astrólogo como para conjurar el peligro anunciado. Es así como recurre a Gabriel Simeoni, astrólogo florentino que fue también literato de mediocre talento. Pero Simeoni era más que nada un pedante ambicioso, siendo por lo tanto sus conclusiones del horóscopo de Gauric confirmaciones banales que no llevaban otra finalidad que mantener en Catalina la ciega confianza que ella depositaba en la ciencia astrológica.
Pero véase también, en esta corte de Catalina, a otro ser que desde el siglo XVI hasta los días actuales ha sido objeto de la más entusiasta admiración y los más duros epítetos, autor de las extrañas “Centurias”: Miguel de Notre-dame, más conocido bajo el nombre latinizado de Nostradamus.
Indudablemente que las 80 ediciones de las “Centurias”, libro misterioso, denotan que es obra de un cerebro poco vulgar que no ha carecido de lectores ingenuos o clarividentes. Sin lugar a dudas que, al margen de la superstición o exageración de los apologistas de Nostradamus, su nombre es realmente digno de ser incluido en la lista de los grandes intelectuales del siglo XVI y XVII, al lado de Juan Amado Chavigny y Baltazar Guynaud.
Recibido de médico a los 22 años en la facultad de Montpellier, tuvo largo tiempo la cátedra de medicina de esa facultad este íntimo amigo de Julio César Scaliger.
Luego, sin abandonar la medicina, se apasionó por la astrología, estudió los viejos textos de literatura, tradujo documentos astrológicos de la antigüedad, rectificó muchos cálculos astronómicos y así adquirió renombre tal que se interesaron por él el duque y la duquesa de Saboya, que lo consultaron en el Salón-de-Craux, lugar fijado habitualmente para su residencia.
En l555 publicó sus tres primeras Centurias a las que agregó las 53 primeras cuartetas de la Cuarta Centuria, con una epístola a su hijo, César de Nostradamus.
Ese mismo año, Enrique II, que había oído hablar de las “Centurias” y de la suerte que Nostradamus le predecía en ese libro, sorprendióse de la concordancia que existía entre esta predicción y la que anteriormente le había hecho Luc Gauric. El 15 de agosto de 1555 hizo ir a Nostradamus a la corte, donde el adivino le confirmó verbalmente los presagios de muerte insertos bajo la siguiente forma, de este tenor aproximado en la traducción:
El joven león al viejo sobrepasará
En el terreno de la lucha en duelo singular
En caja de oro le traspasará los ojos
Dos clases, una solamente, luego (rotura) morir de muerte cruel.
A pesar de lo enigmática que pueda parecer esta redacción es preciso reconocer que los acontecimientos probaron que ella era ajustada en sus detalles y tan precisa como la de Gauric.
Muerto Gauric el 15 de Marzo de 1558, Nostradamus, definitivamente agregado a la corte de Francia en calidad de médico astrólogo, se convirtió en consejero del Rey acordándole Catalina de Médicis verdadera simpatía y consultándole con frecuencia por asuntos personales y también por actos que debía realizar Enrique II. De acuerdo a los consejos del adivino ella extremaba día a día la vigilancia y precauciones necesarias a la seguridad del rey. Además las dos predicciones concernientes a la vida de su marido se habían vuelto obsesivas para ella.
En tanto que violentas discusiones político-religiosas se sucedían en el Parlamento, con ataques a Enrique II por sus relaciones con Diana de Poitiers y a las prácticas ocultas de su mujer y que originaron el arresto de Du Bourg, Du Faur, otros tres consejeros y un presidente, instituyendo como jueces de los magistrados prisioneros una comisión arbitrariamente elegida, a las órdenes del obispo y del inquisidor de París y Enrique II castigaba severamente a los que declaraba herejes, los preparativos de las fiestas reales de Isabel de Francia, hija mayor de Enrique II y su hermana Margarita, unidas al rey de España y al duque de Saboya, Philibert-Emmanuel, respectivamente, iban tocando a su fin.
El 30 de junio de 1559 hacia las nueve de la mañana, el rey hizo anunciar la apertura de los torneos con toques de cornetas. Luego del almuerzo declaró que tomaría parte en los mismos en calidad de “tenant” o sea defensor en los combates a realizarse en campo cerrado y ordenó se le trajeran las armas. Luego de luchar con M. de Saboya y M. de Guise, tocóle el turno al joven conde Gabriel de Montgomery, señor de Lorges. Luego de sus tres carreras el rey pidió a M. de Vielleville, que era el “tenant” que le sucedía, le permitiera tomar revancha rompiendo una lanza suplementaria con el conde de Montgomery. El rey y el conde se encontraron cerca de la mitad del trayecto. Las lanzas, chocando en ambos pechos, se rompieron. Luego de haber llegado cada uno a la extremidad opuesta a la respectiva entrada, debían volver al galope al punto de partida, lo que les obligaba a encontrarse nuevamente. Pero sucedió que en este regreso M. de Montgomery no tiró, según era costumbre, el trozo que restaba de su lanza rota, en tanto que el rey había arrojado la suya. El conde avanza rápidamente, llevando adelantado el trozo de lanza que le quedaba cuando, de golpe, la visera del casco real fue levantada por la violencia con que el trozo de lanza había tropezado con la cabeza de Enrique II. El trozo había entrado por el ojo derecho del rey y salía por la oreja.
Así, en forma accidental, “en duelo singular”, se cumplieron las profecías de Gauric y Nostradamus, muriendo el rey el 10 de Julio de 1559, luego de once días de agonía.
Si Nostradamus no era astrólogo sino clarividente, cuyas profecías le fueron presentadas por medio de espejos mágicos, o era vidente extralúcido, como aseguran ciertos autores, la verdad es que su oráculo, como el de su antecesor Gauric, resultó estrictamente real, minuciosamente cumplimentado por la fatalidad en la época y la forma en que también Luc Gauric había predicho en que moriría el rey, ante la consulta de Catalina de Médicis, siempre tan inquieta sobre el porvenir.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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