Curso VII - Enseñanza 14: Actitud Anímica
Muchos nobles seres trabajan en el mundo por el bien de la Humanidad. Son soldados de Dios que salen al campo de batalla y que no descansan ni dejan de pelear hasta que logran la victoria.
Auxilian a los necesitados, humillan a los poderosos, elevan a las clases sociales, aportan nuevos inventos científicos y preparan eras de progreso.
Otros nobles seres participan también de esta misma labor pero no saliendo a combatir sino participando de los sufrimientos y de los sinsabores de la Humanidad, ayudando con su participación a la iluminación de la misma.
Los Hijos han de adoptar esta actitud anímica. Ellos han de descender al campo del dolor y participar del mismo con el más puro de los espíritus de compañerismo. Ellos tienen que matar sobretodo la indiferencia que es el más grande de los pecados y sentir, sentir íntimamente, el peso del sufrimiento del mundo.
Las almas nobles que al día de hoy comprenden esta gran verdad dejan de escribir libros, predicar doctrina y fundar sociedades. Prefieren ir a vivir con los más pobres, trabajar con los más humildes, mezclarse con las razas más despreciadas para ayudar a su redención participando.
Los Hijos que no pueden participar directamente en esta misión han de conformarse mientras, a participar con el corazón y el pensamiento.
El Hijo no ha de conformarse con teorías, son ellas un peso aplastante sin la práctica.
Empiece por las pequeñas prácticas de tolerancia y compasión dentro del destino que le impone la vida, mire a todos los seres con quienes tiene que convivir con amor y paciencia, saque de sí todo lo superfluo y viva lo más sencillamente posible para estar por similitud en contacto con los más pobres y necesitados.
Haga él viva su doctrina participando anímicamente a la redención de la Humanidad.