Curso VII - Enseñanza 12: Modo de orar
El alma habituada al bullicio sin control de la mente tiene suma dificultad en acostumbrarse a la oración.
Ella llega a creer a veces, que este ejercicio es algo incompatible con sus actitudes y que nunca logrará efectuarlo debidamente, proporcionándole grandes decepciones y abatimiento. El alma al no poder realizar el ejercicio de la oración llega a creerse indigna del sendero espiritual.
Nada más errado que esto.
El alma está hecha para elevarse, para sublimarse, para espiritualizarse pero es necesario que en su elevación encuentre su punto de apoyo, su salida espontánea.
Orar es sobre todo pensar, imaginar, fantasear.
El alma no ha de hacerse violencia para hacer algo preciso y determinado si eso le resulta dificultoso, sino ha de acostumbrarse simplemente a pensar en ello las más veces posibles durante el día.
Piense el alma sobre imágenes generales por ejemplo, sobre la luz infinita que emana de la Divina Madre, sobre el océano de sangre que fluye de Su corazón. Imagine la inmensidad del cielo azul o inmensas montañas nevadas. Siéntase ella toda envuelta por la luz divina o parézcale que la sangre de la Madre es un gran océano en donde ella se pierde.
Si estas imágenes abstractas no le son posibles al alma piense ella en algo más definido y determinado. Piense en la Divina Madre, no como un ser abstracto y ausente sino como una mujer viva y amorosa que está a su lado. Adórnela con todas las bellezas y perfecciones que desearía para el ser más querido. O sino imagine a Cristo en la imagen del Mesías libertador, aquél que vendrá a libertar al alma de las cadenas de la esclavitud. Piense en su belleza física, en sus prendas morales, en su fuerza espiritual.
Aún puede ella permitirse el lujo de forjarse toda clase de fantasía alrededor de estas imágenes y no sólo en las horas fijadas para el ejercicio de la meditación, sino durante el día.
Una vez que el alma tome la costumbre de pensar en algo relacionado con la oración nacerá en ella un deseo grande de pensar en lo que ama, gusta y quiere, de hablar con las imágenes que ella ha forjado pidiéndoles ayuda, confiándoles sus secretos y escuchando su contestación. No ha de cansarse en mirar y llamar porque la Divina Madre contestará a sus deseos y anhelos.
Si el alma tampoco pudiera pensar aun fuera espaciadamente en estas imágenes, tampoco por eso ha de desanimarse ni creer que no sabe orar.
Cualquier pensamiento que asome a su imaginación aun el más variado y material adquiere un carácter de oración si el alma lo mira, lo analiza y le da el sentido real que tiene.
Y si ni esto tampoco pudiera ser no crea que no ora.
La recta intención y la fidelidad interior son también oración que mantienen en el Buen Camino.